UNIENDO LOS PUNTOS TERRORISTAS

UNIENDO LOS PUNTOS TERRORISTAS

Por Olivier Roy

Global Viewpoint - Spanish

La radicalización ocurre en la Ummah virtual, no en Yemen

Olivier Roy, profesor del Instituto de la Universidad Europea, en Florencia, Italia, es autor de "Globalized Islam: The Search for a New Ummah" ("Islam Globalizado: En Busca de la Nueva Ummah" y del próximo "Holy Ignorance: When Religion and Culture Diverge" ("Sagrada Ignorancia: Cuando la Religión y la Cultura Divergen.")

FLORENCIA, Italia - ¿Qué tienen en común los terroristas que intentaron atacar en suelo americano en 2009? ¿Cuál es su conexión con el Medio Oriente Árabe, con frecuencia presentado como la cuna de la radicalización Islámica?

La respuesta parece ser, muy poquito.

Lo que relaciona a Umar Farouk Abdulmutallab, nacido en Nigeria, educado en Bretaña, entrenado en Yemen, acusado de la fracasada explosión de un avión el día de la Navidad; Anwar al-Awlaki, el feroz predicador radical islámico quien, de hecho, tiene un título de ingeniero civil de la Universidad Estatal de Colorado en lugar de una maestría en divinidad de la escuela árabe de teología; y Nidal Malik Hasan, el siquiatra de la Armada Estadunidense de ascendencia palestina acusado de los disparos en noviembre en Fort Hood, Texas?

Para comprenderlo, tenemos que agregar menos conocidos activistas, como Daniel Patrick Boyd, ciudadano americano, blanco, converso al Islam y acusado de encabezar un grupo jihadista en Carolina del Norte, y Bryant Neal Vinas, ciudadano americano hispano de Long Island, N.Y., quien se declaró culpable el año pasado de asistir a al-Qaida y de otras acusaciones relacionadas con el terrorismo.

Estos hombres no son devotos musulmanes del Medio Oriente que dejaron una sociedad árabe destrozada por la guerra para atacar a Occidente. La mayoría de ellos tienen sólo una distante conexión con el Medio Oriente. Los conversos están sobrerepresentados entre los activistas de al-Qaida, desde Jose Padilla hasta Dhiren Barot, quien fue sentenciado en el Reino Unido en 2006 por planear hacer explotar la Bolsa de Valores de Nueva York (y otros sitios).

¿Cómo unir todos estos puntos?

Son los primeros de todos los jóvenes globalizados quienes se identifican con una ummah musulmana virtual e imaginaria. Pasan su vida con frecuencia en un triángulo: la familia viene de un país, se muda a un país occidental o nacen ahí, en donde se radicalizan y van a luchar en otro tercero.

De hecho, ni Pakistán ni Yemen o Afganistán son un punto clave para la radicalización. Estos terroristas van allá luego de ser radicalizados en occidente o en un ambiente occidental. Y la radicalización no ocurre en una praxis política concreta con gente real sino en la experiencia solitaria de una comunidad virtual: la ummah en la web.

El nigeriano Abdulmutallab estudió en una escuela internacional inglesa en el francoparlante Togo, antes de ir al Reino Unido. Dhiren Barot viene de una familia hindú basada en África y fue educado en el Reino Unido, en donde se convirtió al Islam. El inglés es el lenguaje del reclutamiento y las comunicaciones. Estos radicales realmente no tienen un nexo permanente con un país específico: como con sus antecesores de los 90s, viajan de una jihad a la siguiente, utilizando los campos de entrenamiento en donde estén disponibles y nunca se han involucrado en la política local en los países de entrenamiento o residencia.

Su furia no es la expresión de la ira de una comunidad real, sino virtual.

Las dimensiones generacionales son obvias: la mayoría de los radicales han roto con sus familias o se han alejado, como ilustra el asombro de muchos de sus padres, como el padre de Abdulmutallab quien fue informado por la embajada americana acerca de su hijo. Su Islam es reconstruido, no transmitido del pasado. Nunca se refieren a las tradiciones o al Islam tradicional; no mencionan fatwas de clérigos establecidos.

Actúan sobre una base individual y afuera de los lazos comunitarios usuales (familia, mezquitas y asociaciones islámicas). Usualmente permanecen alejados de todos los grupos comunitarios.

Son viajeros solitarios no involucrados en la acción política o social o ni siquiera la prédica religiosa. Encuentran la socialización en los lazos personales con alter egos, ya de grupos locales cerrados de amigos (los pilotos del 9/11, los bombistas de Londres en 2005), de un campo de entrenamiento en un remoto sitio de Pakistán o simplemente platicando en la web.

Luego de una usual vida "normal," repentinamente saltaron a la violencia. Son perdedores sicológicos, individuos desarraigados y desplazados quienes se vuelven héroes imaginarios de una ummah virtual mediante su propia muerte.

Hay algo inquietante en al-Qaida: Mientras que muchos terroristas son simplemente dispensables, como Jose Padilla o Richard Reid, el "bombista del zapato," la estrategia de una "única oportunidad" quita a la organización gente probablemente brillante que pudiera haber sido más eficiente al largo plazo. El caso del terrorista jordano que se hizo explotar para lograr un espectacular aunque corto éxito en una base de la CIA en Afganistán es típico. Habría sido más útil como espía de al-Qaida al largo plazo. Aquí el terrorismo suicida no es una táctica; es un fin mismo, una parte de la motivación.

Lo que esto dice acerca de al-Qaida es que no tienen una estrategia política de establecer un estado islámico. Al-Qaida no planea un papel de vanguardia en los conflictos del Medio Oriente sino que lucha principalmente en su periferia. Tiene un enemigo global: occidente, no regímenes locales. En lugar de promover un califato territorial en el Medio oriente, al-Qaida está entregado a una lucha global contra la potencia mundial --Estados Unidos -- en la continuación de las luchas radicales anti-imperialistas de los 1960s y 1970s de gente como el Che Guevara y la banda Baader-Meinhof.

Al-Qaida enfatiza la acción radical pero individual y enfrenta una audiencia más amplia que sólo la comunidad musulmana, de ahí los conversos.

La ideología juega un pequeño papel en la radicalización de la juventud jihadista internacional. Se sienten atraídos por una narrativa no una ideología: la de una ummah global de sufrimiento indistinto. Y la del vengador solitario, el héroe, que puede redimir una vida con la que no es feliz alcanzando la fama y escapando de un mundo en el que no encuentra cabida.

Si EUA y el resto de occidente se preparan para otra ronda de lucha contra los terroristas sin comprender estas realidades, tendrán tan poco efecto como ha sido durante los últimos ocho años y medio desde el 9/11. La amenaza no viene de un suelo que pueda ser invadido u ocupado, sino desde dentro de una web globalizada en la que todos estamos actualmente enredados.

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