martes, 12 de enero de 2010

PRESIDENTE OBAMA: DEFIENDE A LIU XIAOBO

President Obama: Defienda a Liu Xiaobo


Por Wei Jingsheng

Global Viewpoint - Spanish

Wei Jingsheng, uno de los más conocidos activitas de los derechos humanos en China, pasó quince años en la cárcel hasta ser deportado a Estados Unidos. Recibió el premio Robert F. Kennedy por los Derechos Humanos y el Premio Olaf Palme.

WASHINGTON, D.C. - La semana pasada, un reformista conservado en China, Liu Xiaobo, fue sentenciado a once años de cárcel por el gobierno chino por el sólo acto de organizar y firmar una petición, la Carta 08, que pide la reforma política y los derechos humanos básicos que gran parte del mundo ya disfruta.

El mensaje era claro para todos aquellos que buscaban moderación por parte de una nuevamente poderosa China que ahora tiene un prominente lugar en las mesas del gobierno global: ya que ustedes hicieron mucho escándalo por liberar a Liu luego de su arresto, lo castigaremos todavía más severamente. En términos nada inciertos, eso nos deja saber no sólo que no les interesa lo que pensamos, sino que no tenemos qué hacerlo.

Aunque había diplomáticos de Alemania y Australia entre las dos docenas de personas a quienes se permitió observar el "juicio público," el hecho de que no se permitió a nadie de la embajada americana debe leerse como un reto particularmente claro y abierto a Estados Unidos.
Los chinos conocemos íntimamente esta arrogancia autoritaria.
Durante las eras de Mao Zedong y Deng Xiaoping, cuando fui encarcelado por quince años por el "horrible crimen" de pegar un cartel en una pared, el gobierno chino consideró a la opinión pública internacional con esta misma actitud. Si el pueblo chino veía cómo el gobierno abiertamente menospreciaba los intereses de poderosos extranjeros, razonaban los gobernantes del Partido Comunista, verían que no tenían alternativa mas que someterse a la extraordinaria autoridad del gobierno.

Durante la era de Jiang Zemin, hubo algunos cambios. En un esfuerzo por reducir la presión internacional y desarrollar la economía bajo condiciones comerciales favorables de EUA, el régimen chino cedió. Entre otras acciones, se me liberó de la cárcel y fui deportado a EUA. Aquello resultó en una fuerte respuesta de la línea dura del partido a pesar del hecho de que, con el paso de los años, el enorme déficit comercial de América ha sido lo que ha alimentado en gran medida el rápido crecimiento de China.

Ahora que los líderes de China creen que su próspera nación ha emergido como una jugadora en la historia del mundo justo cuando el prestigio de América se ha debilitado por la guerra en Irak y la reciente debacle financiera, la línea dura ha podido ganar la mano alta otra vez.

Sin duda hay algo de verdad en la noción de que su revivida arrogancia se inspira en el papel de China como el principal acreedor de la endeudada América. Seguramente ésta es una de las razones por las que el liderazgo de China siente la libertad de insultar al Presidente Barak Obama, como hizo durante su visita a China, cuando bloquearon la cobertura noticiosa de su discurso, y cuando enviaron a funcionarios de bajo nivel a negociar con él en las pláticas climáticas de Copenhagen hasta el último minuto, cuando el Premier Wen Jiabao finalmente le concedió una audiencia.

La humillación de Obama no fue personal. Sirvió para señalar el poder de China en el escenario mundial. Pero más importantemente, como bajo Mao y Deng, el enfrentarse a la superpotencia americana pretende detener la oposición internacional y maniobrar al inquieto público chino hacia la subservilidad bajo una dictadura monopartidista. Esto es particularmente crítico pues una mayor democracia en China expondría sus propios problemas económicos.

Cómo responda el presidente Obama a este reto no es sólo cuestión de su propio honor y posición; es cuestión de defender el sistema de calores democráticos de occidente frente a un reto por el liderazgo ideológico del siglo 21.

El caso de Liu Xiaobo presenta una oportunidad para que Obama no quede en vergüenza y enfrente a la extraordinaria arrogancia de la línea dura. Al apelarse al caso de Liu en una corte superior, EUA y el resto de occidente deben insistir en que se suspenda esa sentencia. Una postura así de fuerte debilitará a la línea dura y fortalecerá las voces de la reforma pacífica dentro de China. Si EUA no presiona, la línea dura seguirá teniendo consecuencias negativas en todo el espectro de cuestiones, desde el comercio y la valuación de la divisa hasta la seguridad global y el cambio climático.

EUA puede deber muchísimo a China, pero tiene una deuda más grande con sus principios fundadores de libertad y derechos humanos. Si occidente, encabezado por Estados Unidos, no sirve como contrabalance para el nuevo poderío de China en el orden mundial, ¿quién lo hará?


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